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20 El hombre anciano le dijo entonces:

—La paz sea contigo. Tu necesidad toda quede solamente a mi cargo, con tal que no pases la noche en la plaza.

21 Los trajo a su casa y dio de comer a sus asnos; se lavaron los pies, y comieron y bebieron. 22 Pero cuando estaban gozosos, los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpearon a la puerta y le dijeron al anciano dueño de la casa:

—Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos.

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